Agitación en el Cementerio Marino


Como si de una gigante maldición bíblica se tratara, a los grandes cataclismos económicos mundiales se unieron ayer 38 terremotos con epicentro en el Mar de Alborán. A pesar de que alguno de estos seísmos alcanzó una intensidad de 4,6 en la famosa escala de Richter, no se han registrado desperfectos ni humanos ni materiales. Los geólogos dicen que son reajustes energéticos que evitan fenómenos tectónicos de mayor magnitud.
No se si fiarme mucho de esta afirmación que adolece tanto de bienintencionada como de científica. Instalada en la edad de la sospecha, como comentaba Vargas Llosa en este fin de semana en El País, me inclino a dudar de cualquier tipo de dato, por muy avalado que esté, sobre turbulencias y movimientos ya sean marinos, bursátiles, políticos o judiciales. Si los expertos no saben calcular los riesgos hipotecarios por qué van a saber predecir los geológicos. Sí por ahora no hay gurú que dé una explicación clara de la quiebra bancaria, cómo tienen tan claras las quiebras de este mar andalusí que solo lo mientan los hombres del tiempo como generador de tormentas y mal tiempo. Si el fiscal Zaragoza le enmienda la plana con los muertos y los asesinos al juez Garzón. Si los gobiernos colegiados de los países más importantes de la Tierra no son capaces de frenar la recesión ni con todo el dinero del mundo. Si los obispos españoles corrigen y anatematizan a los biomédicos por experimentos terapéuticos exitosos (será que tienen ciencia infusa). Si el proyecto científico europeo más costoso y más ambicioso intelectualmente, el acelerador de partículas, se atasca en un error sine die. Si los principales editores de medios de comunicación se reúnen en secreto con Zapatero. Sí, sí, sí... Así podríamos seguir con la oscura letanía de la desinformación sin solución de continuidad. ¿ De qué nos podemos fíar?. Por mucho que se navegue por las rutas de la gran nebulosa informativa en la que estamos, no hay forma de orientarse. Las luces que se aportan parecen fuegos fatuos que, en la noche, llevan al caminante a perecer (G.A. Becquer) o fuego griego, aquella antigua estratagema para confundir al enemigo simulando una fuerza mucho mayor con el deslumbramiento de las llamas flotantes.
Quizá las mayores certezas se den en el pensamiento metafórico: el mar de Alborán es un Cementerio Marino( Paul Valéry)que esconde en sus profundidades más de 3000 pecios hundidos y abarrotados con los tesoros traídos de América. ¿serán terremotos lo que se ha percibido o serán las convulsiones típicas de la Fiebre del Oro? En todo caso y como decía Gila: Nene.¡No pienses, caca!.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Le he cogido gusto a esto de los comentarios, aunque no puedo dejar de sentir un cierto pudor a este exibicionismo cibernético.

Yo siempre creí que en el cementerio marino (que está en Sete, aquí cerca)estaba enterrado Brassens; pero no, está en otro más modesto del mismo pueblo.

Seguiré el consejo de Gila.
Pilar

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