El porvenir del mal



Todas las mañanas, cuando abro la ventana electrónica en el Monasterio, se me cuelan mensajes divinos y diabólicos en desigual proporción. En estas fechas, cuando acabamos de atravesar la imaginaria línea del cambio de año, todavía empachados por la empalagosa deglución de buenos deseos, mejores intenciones y excelentes alimentos, cunden las reflexiones sobre el futuro y las inclementes predicciones del tiempo atmosférico se confunden con las de guerras, crisis económicas, dramas humanitarios y otros crímenes de cresa y lesa humanidad.
Esta mañana he recibido dos correos de amigos entrañables que hacían relación a una misma y trágica realidad: la situación entre Palestina e Israel que lleva desde la víspera de Los Inocentes escribiendo páginas con sangre inocente, nuevos capítulos de la Historia Sagrada o el perpetuo y eterno relato de la crueldad.
El primer mensaje era de mi amigo Antonio Lafuente, con una "carta(ingenua) al pueblo judío"que publicaban hoy los gratuitos " 20 Minutos". El segundo venía de Francia y era una atinada recomendación de mi amiga Pilar para que leyera un artículo aparecido en el El País de hoy de un historiador en el que se pregunta ¿cual es el camino de la paz?.
Antonio con su penetrante mirada de fotógrafo lanza en su carta, empapada por las lágrimas de un dolor insoportable, un grito de socorro e indignación para que pare la carnicería; el historiador realiza, bajo su retórica interrogación, una advertencia y un análisis frio y documentado sobre el conflicto, los intereses ocultos y lo que es más descorazonador, las pocas posibilidades de una paz próxima.
Personalmente, valoro mucho sendas aportaciones, en las dos hay mucha verdad y algunas contradicciones que no entraré a detallar ni a discutir aquí y ahora. Voy a copiar los dos artículos
como entradas independientes para que saquéis vuestras propias conclusiones. Pero no me resisto a dejar una reflexión moral genérica sobre este oprobioso conflicto, una llamada de atención sobre los desastres que generan los nacionalismos y los fanatismos religiosos en la Tierra Prometida y en cualquier lugar del planeta: la fe mueve montañas, tanques y cohetes. Aunque la tendencia natural sea ponerse del lado de los débiles, de las víctimas, no podemos intentar atajar el problema, dándoles la razón. No ayudamos mucho poniéndonos sin más del lado que caen más muertos. Como ha dicho muchas veces Fernando Savater, analizando otros terrores más domésticos: el hecho de ser víctima no confiere ninguna cualidad adicional o distinta de la de ser el sujeto pasivo de un mal, pero no quiere decir que se tenga más razón. Del mismo modo que no podemos pensar que por ser pobre se es mejor persona, por ser débil se es más honrado o por ser guapa se es tonta, no podemos pensar que por ser palestino se tiene patente de corso para atacar y por ser israelí no se tiene derecho a defenderse.
En todo caso, como tenemos a los dioses y a sus profetas bien involucrados, añadiré una sentencia que ponía Niezstche en boca de Zaratustra: " hay todavía un gran porvenir para el mal".

PD. La imagen que ilustra este artículo es una foto de Antonio Lafuente que ha titulado: !Esta tierra es mía!

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