El porvenir del mal (2)

Carta (ingenua) abierta al pueblo judío

Hace pocos días, mis dos hijas de 13 y 15 años salieron llorando del cine al ver, una vez mas, el daño y la humillación que vuestros padres, abuelos, y los millones de seres que no llegaron a serlo, sufrieron a manos de un grupo infame, los nazis, respaldado por el deseo de muchos miserables y por el silencio y la pasividad del resto de un pueblo, el alemán. Siete décadas después de aquel terrible ejemplo de vergüenza, los hijos y las hijas, de las hijas y los hijos de aquellos verdugos y de los que callaron y consintieron, siguen sintiéndose culpables y en alguna forma su pueblo, el alemán, aún lo siente y no ha podido librarse de esa vergüenza heredada.

Ahora, hoy mismo, vosotros, los descendientes de aquellos que sobrevivieron y de los que no, habéis consentido y estáis consintiendo con vuestra pasividad, que vuestros líderes y sus cómplices se hayan reencarnado en un grupo tan infame como aquel que decidió exterminar a vuestro pueblo. Líderes vuestros que hoy y desde hace ya mas de cuatro décadas, con la razón de la fuerza y la fuerza de la sinrazón, ha enjaulado y humillado y está exterminando lentamente a otro pueblo que debería ser hermano y del que sólo os diferencia el color del fanatismo de las religiones que os enfrentan.

Si no habéis malgastado todavía toda la compasión y las lágrimas que millones de seres humanos han derramado, entre ellos mi mujer, mis hijas y yo en recuerdo de vuestro sufrimiento pasado y si todavía os queda algún resto de dignidad, tenéis que gritar junto a millones de seres humanos que también son vuestros hermanos: ¡BASTA YA!.

Abandonad a vuestros líderes infames en su infamia y enfrentaos a sus tanques, a sus bombas y a sus balas, pedid perdón a ese pueblo aún hermano, antes de que el mundo entero llegue a despreciaros como antes ya despreció a los verdugos de vuestros mayores y antes también de que esos, locos ya, de dolor, de furia y de odio, a los que vuestros líderes infames llaman terroristas y que han nacido también en las jaulas donde sus padres fueron recluidos para ir siendo sacrificados poco a poco, justifiquen su deseo, también infame, de exterminaros.

Os suplico por mis hijas, y los hijos y las hijas de sus hijos y de sus hijas, que digáis con todos nosotros: ¡BASTA YA!. Para que ellas y sus descendientes no tengan que odiaros como yo he odiado a aquellos infames que intentaron destruir vuestra dignidad y para que no tengan que llorar como yo lloré y aún lloro por aquel inmenso dolor que os infringieron y que yo y muchos otros como yo, ni judíos ni palestinos, sentimos como propio porque también os considerábamos nuestros hermanos.

Antonio Lafuente del Pozo.

Comentarios

Entradas populares