El excusado de Félix de Azúa: una fisiologia de las artes
Sigo con avidez el blog de F. de Azúa en el Boomerang. Disfruto con su lengua clara, con su sentido del humor, con los temas que elige; me identifico mucho con sus ideas, aprecio su singular mirada sobre nuestra realidad y sus agudas reflexiones. Digamos que soy una incondicional, pero ayer me quedé estupefacta con las revelaciones que vierte en el artículo "Sobre el cuerpo y el alma". La última, en la que plantea la ¿hipótesis? de que Velázquez fue una mujer, excitó mi imaginación, me sugirió un montón de preguntas, de argumentos; me inspiró nuevas excursiones por la obra del artista sin los apriorismos acuñados por la historia que funcionan como limitaciones insalvables a la hora de mirar una obra; me regaló un nuevo punto de vista.
Sin embargo, los chismes sobre la vida de Francis Bacon que conforman el cuerpo central del artículo y sus asociaciones con la pintura del maestro no me aportaron nada valioso; actuaron en mí como una inútil vuelta de tuerca más para la visión de una producción artística en la que el desastre y la tragedia penetran en el espectador por ósmosis. No ilustra nada, no añade nada (salvo repugnancia) conocer que Bacon pintara sus cuadros de retretes tras una diarrea familiar contraída en la Costa Brava. Viene a ser como motivar el "Urinario de Duchamp" en una afección de próstata del francés. Está bien claro que los genios sacan provecho hasta de los retortijones de una gastroenteritis estival (hace ya muchos años que un artista enlató y vendió su propia mierda) pero no está tan claro que convenga a nadie conocer detalles tan escatológicos de la fisiología de un artista. Más bien se me antoja lo contrario. La publicación de intimidades de este carácter (para las que todo el mundo se esconde) no hacen sino invadir con hedores indeseables el acto individual y personalísimo de la contemplación de una obra y pueden contaminar irremediablemente las emociones que aquella pudiera producir.
Hace ya muchos años, en la residencia universitaria femenina donde pasé mis dos primeros años de facultad, eran muy corrientes entre las compañeras los descomunales disgustos por desamor, amores imposibles, traiciones, cuernos o abandonos. Cuando el sofocón de alguna perjudicada era incontenible, cuando nos veíamos impotentes para aliviar el desconsuelo, una amiga tenía un remedio infalible, consistía en espetarle con toda tranquilidad a la afectada:
- Chica, pues si no lo puedes olvidar, imaginátelo cagando.
Nunca falló. Y es que se compadecen muy poco las pasiones entrañables con la misería de las entrañas, por muy talentoso que sea el dueño.
En todo caso, sin ánimo de entrar en debates sobre el arte contemporáneo o las artes ( como le gusta decir a Azúa*) me atrevo a aventurar que los retretes de Bacon quizá tengan más sentido como metáfora del espacio que ( siempre en privado) se reserva a la pintura o de los espasmos que produce la digestión accidental de algunas obras plásticas (efímeras, performances, instalaciones, etc.) que se exhiben hasta la obscenidad por las ferías del mundo, convirtiendo las galerías en impúdicas paradas de monstruos.
Por estos derroteros (o desagües) que me ha llevado el artículo me he topado con el recuerdo de un cuadro que tuve ocasión de ver en el retrete ( una vez más, el mal debe ser contagioso) de una taberna muy popular de Zaragoza.
Justo encima de la taza había una lujosa moldura que enmarcaba los desconchones que había producido la fuga de una bajante en la pared; bien visible, en medio de una mancha de moho muy relevante, habían escrito con sueltas pinceladas: Tapies.
Doy por descontado que parece un chiste robado a Boadella y que por las tierras de Goya se gasta una expresividad de trazo grueso, pero me parece una aproximación artística tan brutal como auténtica.
No quiero ofender a nadie, pero en esto de las preferencias, teorías y comentarios estéticos de personas que admiro, me pasa como con las parejas de muchos amigos y gente que quiero: las acepto pero, a menudo, no comparto el gusto. Haría bien el señor Azúa en no abundar en este tono de reality y no imponernos este tipo de confidencias a sus fieles lectores. Personalmente, me quedo con la imagen apolínea que muestra en sus fotos y otros escritos. Me sigue gustando y lo seguiré leyendo.
* Véase el artículo ¡Muérete de una vez!
Sin embargo, los chismes sobre la vida de Francis Bacon que conforman el cuerpo central del artículo y sus asociaciones con la pintura del maestro no me aportaron nada valioso; actuaron en mí como una inútil vuelta de tuerca más para la visión de una producción artística en la que el desastre y la tragedia penetran en el espectador por ósmosis. No ilustra nada, no añade nada (salvo repugnancia) conocer que Bacon pintara sus cuadros de retretes tras una diarrea familiar contraída en la Costa Brava. Viene a ser como motivar el "Urinario de Duchamp" en una afección de próstata del francés. Está bien claro que los genios sacan provecho hasta de los retortijones de una gastroenteritis estival (hace ya muchos años que un artista enlató y vendió su propia mierda) pero no está tan claro que convenga a nadie conocer detalles tan escatológicos de la fisiología de un artista. Más bien se me antoja lo contrario. La publicación de intimidades de este carácter (para las que todo el mundo se esconde) no hacen sino invadir con hedores indeseables el acto individual y personalísimo de la contemplación de una obra y pueden contaminar irremediablemente las emociones que aquella pudiera producir.
Hace ya muchos años, en la residencia universitaria femenina donde pasé mis dos primeros años de facultad, eran muy corrientes entre las compañeras los descomunales disgustos por desamor, amores imposibles, traiciones, cuernos o abandonos. Cuando el sofocón de alguna perjudicada era incontenible, cuando nos veíamos impotentes para aliviar el desconsuelo, una amiga tenía un remedio infalible, consistía en espetarle con toda tranquilidad a la afectada:
- Chica, pues si no lo puedes olvidar, imaginátelo cagando.
Nunca falló. Y es que se compadecen muy poco las pasiones entrañables con la misería de las entrañas, por muy talentoso que sea el dueño.
En todo caso, sin ánimo de entrar en debates sobre el arte contemporáneo o las artes ( como le gusta decir a Azúa*) me atrevo a aventurar que los retretes de Bacon quizá tengan más sentido como metáfora del espacio que ( siempre en privado) se reserva a la pintura o de los espasmos que produce la digestión accidental de algunas obras plásticas (efímeras, performances, instalaciones, etc.) que se exhiben hasta la obscenidad por las ferías del mundo, convirtiendo las galerías en impúdicas paradas de monstruos.
Por estos derroteros (o desagües) que me ha llevado el artículo me he topado con el recuerdo de un cuadro que tuve ocasión de ver en el retrete ( una vez más, el mal debe ser contagioso) de una taberna muy popular de Zaragoza.
Justo encima de la taza había una lujosa moldura que enmarcaba los desconchones que había producido la fuga de una bajante en la pared; bien visible, en medio de una mancha de moho muy relevante, habían escrito con sueltas pinceladas: Tapies.
Doy por descontado que parece un chiste robado a Boadella y que por las tierras de Goya se gasta una expresividad de trazo grueso, pero me parece una aproximación artística tan brutal como auténtica.
No quiero ofender a nadie, pero en esto de las preferencias, teorías y comentarios estéticos de personas que admiro, me pasa como con las parejas de muchos amigos y gente que quiero: las acepto pero, a menudo, no comparto el gusto. Haría bien el señor Azúa en no abundar en este tono de reality y no imponernos este tipo de confidencias a sus fieles lectores. Personalmente, me quedo con la imagen apolínea que muestra en sus fotos y otros escritos. Me sigue gustando y lo seguiré leyendo.
* Véase el artículo ¡Muérete de una vez!
Comentarios
creo que azúa consiguió su objetivo de revolvernos un poco en nuestra acomodaticia ignorancia.
yo tambien cai con lo de velazquez...
un saludo
mayúscula?
Si algo le sobra a la autora del artículo es reflexión y conocimientos. Creo que somos muchos los que estamos hartos de tretas provocativas, si es que ese era el propósito de Félix de Azúa. Mucho mejor el de Belinda.
Un fan amigo.
Anónimo veneciano, puedes expresar tu opinión libremente, faltaría más. Pero evidentemente tu juicio no es infalible ni tiene que ser compartido obligatoriamente por todos los demás.
Uno piensa que Belinda escribe con mucha dignidad y uno intuye que sus artículos están muy meditados. En cuanto a sus lecturas, a pesar de saber que es una apasionada lectora, que levante la mano el que lo haya leido todo o casi todo. Nos queda, afortunadamente, todo un mundo por leer. Si no el futuro se nos presentaría francamente aburrido y huérfano de estímulos.
Yo, amigo, seguiré leyendo a Belinda con mucho placer. Y que cada cual haga lo que le plazca.
Un abrazo.
Luis
Creo que a mi artículo no le añade ni le quita nada el que Velázquez fuera hombre; que Bacon no contrajera la salmonela en Lloret o fuese homosexual y no casado (lo sabía todo el mundo).
Para no hacer un "casus belli" os copio un comentario que aparece en el blog de Félix de Azúa a propósito del tema. Puede aclarar algo:
"A mi me ha parecido un intento, no acabado de rematar brillantemente, de hacer un texto a la manera de los fakes de arquetipos de pensamiento que se escriben en Internet, con los que si uno caza la broma se desternilla pero que su verdadero puntillo está en que te deje dudando. Como el texto de Belinda, el de Gertrude y algún otro que hay en esta misma página.
Comentado por: Infiltrados el 20/2/2009 a las 11:36 "
PS. Agradezco muchísimo todos los comentarios, sobre todo los que no hacen juicios de intenciones. Me animan a seguir escribiendo, me gusta con "locura".
Besicos .Men
Conocí a Belinda hace tiempo, y en aquel entonces, ya le encantaba leer, y por supuesto pensar.
Solo añadiré que volveré a leer tu Blog Belinda, disfruta escribiendo y permítenos disfrutar cuando leamos tus reflexiones.
Un Beso, Javier