Los Muros de Berlín


Madrid es de todas las grandes capitales que conozco la menos espectacular. Está llena de tesoros, pero hay que saber encontrarlos entre sus laberintos casi intransitables. Muchas veces te favorece el azar y, caminando por una calle estrechuja, haciendo equilibrios entre los bolardos y los mil y un obstáculos que pueblan las mínimas aceras, instintivamente, buscas un resquicio de esos cielos tan comentados para aliviarte con alguna imprecación y te topas con una cornisa inimaginable o con la elegante fachada de un palacio italianizante, oculto en una inextricable perspectiva. No, Madrid no es espectacular, pero sí muy sorprendente.
Y una agradable sorpresa es el caso de la galería Blanca Berlín: un espacio dedicado a la fotografía que mantiene su objetivo abierto desde el 28 de la calle del Limón hacía la barroca fachada del Cuartel del Conde Duque.
Fundada y dirigida por la prestigiosa fotógrafa que le da el nombre, esta galería constituye un remanso de actualidad en medio de las antiguas y torturadas calles del barrio de Universidad. En los casi 2 años que lleva abierta, hemos visto, colgadas de sus ópticos muros, las miradas más penetrantes, indiscretas, irónicas, costumbristas, elegantes y vanguardistas. También las más importantes y reconocidas. El recinto, armonioso, moderno y acogedor como la propia Blanca, constituye una auténtica oportunidad para ver lo que normalmente no vemos, para disfrutar de paisajes desconocidos, inaprensibles para el común de los mortales, para hacerse con visiones insólitas de realidades próximas y lejanas, de planos cotidianos y surreales, de realidades a veces invisibles por frecuentadas.

SENSUELLE: el viaje íntimo de Michèle Maurin.
La ilustración de lo que digo más arriba se hace patente en la exposición que se muestra estos días. Su autora, una francesa de la Costa de Marfil, nos ofrece una colección de estampas personalísimas, recuerdos privados de una vida en el continente más ignorado,y de sus viajes a lugares tan exóticos como la Polinesia o Bali. Desde el primer momento nos revela el punto de vista de alguien que no es un mero espectador, ni un curioso, ni un reportero, ni un turista, sino el de un protagonista, un personaje involucrado en la experiencia vital que retrata. Todas sus fotos ( especialmente las de África) desprenden un cierto calor familiar, están bañadas en esos perfume domésticos que penetran por todos los sentidos para reconfortarnos. Por una vez, la noticia de África es placentera, sensual ( como reza el título), intima en todas sus expresiones desde el formato al tratamiento. Porque las técnicas de impresión que utiliza Maurín son como una prolongación artesana de la escena que narran: colorea con henna unos pies tatuados con henna o ilumina con plata el pez que exhibe entre los brazos un desnudo negro. Diría que su técnica tiene algo de "La continuidad de los parques", el magistral relato de Julio Cortazar en el que los personajes y la acción se entrometen en la existencia del hombre que lo está leyendo.
En fin, que recomiendo encarecidamente una excursión hasta la galería. Admiren desde el corazón de Madrid y a través de "los muros de Berlín"esa belleza africana que, aunque sea por unos momentos, nos hace creer en la catarsis de una tragedia que no cuenta; en la redención por el arte de tanta humanidad sacrificada.

*Las fotografías que aparecen en esta entrada son de la exposición de M. Maurin

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