Rendijas del olvido, memoria fotográfica.


Cuando era pequeña, a menudo me veía obligada por la prohibición de los dos rombos, las altas horas de la noche o el rutinario imperio de la disciplina escolar, a ver la televisión a través de ña rendija que dejaba la puerta del cuarto de estar. Aquella fragmentaria contemplación de Historias para no Dormir, Eliot Ness y los Intocables, Estudio 1 o El Fugitivo, unida a la de leer con linterna bajo las mantas, me acostumbró, o más bien me aficionó, a los argumentos clandestinos, a las tramas incompletas, a las visiones borrosas, a los finales precipitados por la orden paternal de dormir que fulminaba los desenlaces hasta diluirlos en sueños.
Mi progresiva y exagerada miopía contribuyó no poco a mi habilidad para recrearme en las sombras y a la propensión a reconstruir con la imaginación esos mundos vedados , esos relatos íntimos que circulan por la oscuridad de las cuevas de lencería y los corredores familiares. Durante años hube de conformarme con la compañía sospechosa de esos seres de la noche, de esos personajes literarios, intemporales, incólumes, repitiendo su peripecia nocturna ajenos al tiempo, que iluminan el alma por las resquicios de lo invisible y funcionan como atractores extraños, seductores irresistibles, determinantes insoslayables de lo aparentemente obvio, introductores del caos en el inestable sistema del orden establecido.
Hace unos días, volví a tener la oportunidad y la entrañable experiencia de colarme en la historia, bastante velada por el olvido, de una saga de pintores españoles "Los Madrazo", a través de una exposición del fotógrafo Castro Prieto en Blanca Berlín Galería. Bautizada con transparente elegancia por el escritor Andrés Trapiello (responsable solidario del hallazgo) como "La SedaRota ", nos muestra el imaginario privado, el ambiente doméstico de una estirpe de retratistas que supieron plasmar de forma deslumbrante el rostro del lujo, la personalidad y la vida de muchos protagonistas del siglo XIX español. Se trata de una serie de fotografías de la casa de Madrid (Príncipe de Vergara,8) en la que vivió el último de los Madrazo, captadas en el momento de su reapertura en 2005 (había permanecido cerrada y deshabitada desde la Guerra Civil) para el inventario de la testamentaría.
Cada fotografía captura un rincón de un mundo, ya inexistente, iluminado por luz de estrellas ya muertas; cada fotografía contiene el fulgor deslumbrante y decadente del talento oculto, de la seda guardada y rasgada por el tiempo; cada imagen es un destello del pasado que nos transporta a universos lejanos, un paisaje romántico e inspirado que Castro Prieto rescata con instinto de sabueso, respeto religioso (no modifica nada por conveniencia estética, los objetos ocupan el lugar y la posición en que aparecieron) por lo que representan, precisión técnica de reportero y la maestría en el encuadre del niño imnsonne, experto en apropiarse de los secretos que se vislumbran por los ojos de las cerraduras.
No me puedo extender en el relato de las emociones que me produjo la exposición, pero no quiero dejar de apuntar que además tiene un trasunto de cierto calado histórico (tiene que ver con la intervención del general Miaja durante la Guerra Civil) que está perfectamente narrado, junto a otros hechos interesantes, por Andrés Trapiello, en el libro que lleva el título de la exposición, La Seda Rota.

PD. Si estas líneas no han provocado la suficiente curiosidad en tí, lector casual o habitual de este blog, achácalo a mi falta de pericia, pero no dejes de ir a verla. Está hasta el 30 de Mayo en Blanca Berlín Galería, en la calle del Limón, Frente al Cuartel del Conde Duque.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hablas del escritor Andrés Trapiello y por esas rendijas del olvido que tú comentas, te diré que estudió en el mismo colegio que lo hice yo: dominicos de la Virgen del Camino de León. Sólo que le debo de llevar 6 o 7 años y no coincidimos en el mismo tiempo.

De aquellas idénticas experiencias, otro escritor leonés, Jesús Torbado, escribió su primera novela cuando apenas tenía 20 años: "Las Corrupciones".

Y ahora otro escritor cántabro, también del mismo colegio, Isidro Cícero, autor de varios libros sobre los maquis, ha reunido en un libro de publicación limitada, "La Vendedora de Globos", una serie de crónicas de aquellos tiempos de internado en colegio de frailes. Y está escrito con una elegancia y maestría digna de elogio.

Ya ves, pues, Belinda, que en aquellos colegios de curas, muchos nos escapábamos por la literatura y la lírica. Siempre nos salvaba la palabra.

Un abrazo
luis

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