Disidencias, denuncias , mujeres y otros peligros.
De regreso a la Casa de Muñecas, tras casi dos años recorriendo "El camino del Silencio" ( mi inaudita e inédita novela) me encuentro con un auténtico desbarajuste. La casa se encuentra anegada por noticias sobre acontecimientos que convulsionan el mundo al compás de los temblores, maremotos, erupciones volcánicas, tornados y todo tipo de desastres naturales.
Como si esta primavera hubiera alborotado hasta las energías telúricas más profundas, se suceden acontecimientos ("históricos" dicen los periodistas) con tal facundia que no dejan espacio ni para el asombro, aunque sean verdaderamente asombrosos. Ni los medios de comunicación, ni los particulares tenemos capacidad para asimilar tanto fenómeno y deglutimos crímenes políticos, violaciones, estafas de proporciones siderales, tumultos, denuncias, disidencias, marasmos políticos y desastres atómicos con la naturalidad de las perturbaciones meteorológicas estacionales. Se diría que las pantallas actúan de burladeros electrónicos frente la fiereza del mundo, protegiéndonos de la bravura destructora de esas hecatombes que, como la muerte en carretera, siempre les ocurren a otros, en otras tierras, en otros regímenes políticos...
Sin embargo, de vez en cuando, todavía prospera el escándalo, el miedo, la interrogación y la preocupación ante ciertos hechos, más que por la gravedad o el peligro que conllevan en sí mismos, por lo que tienen de desafío a los poderes establecidos y a la quimera de la estabilidad con que sueñan las mayorías, aún cuando se sabe de antiguo que la estabilidad, la tranquilidad, el inmovilismo no existen ni en la geología. La Tierra da una vuelta al día y la humanidad miles de millones más.
En este orden de cosas (o más bien desorden) en los últimos días son reseñables algunos sucesos que, aunque aparentemente no tienen nada en común, coinciden en la alarma social que han generado. Me refiero al 15-M, al terremoto de Lorca, a la acusación y detención de Strauss-Khan y a la estentórea impugnación de Carmen Callil ( reputada editora y escritora) del International Man Booker Prize, un galardón que reconoce las grandes carreras literarias y que este año se ha otorgado a Philip Roth, para disgusto y dimisión de la propia Callil como miembro del jurado.
Estos cuatro asuntos, aparentemente tan disímiles, tienen muchas cosas en común. Además de imprevisibles e inesperados todos afectan e interesan a la parte débil de nuestra sociedad, a ese conjunto de individuos cuya situación es ignorada sistemáticamente por los poderes: emigrantes, jóvenes, desempleados, mujeres y otras minorías que parecen resignadas a cumplir una condena sin culpa por su escasa capacidad para hacerse oír, para no infligir más problemas que algún rasguño en la dura cara del poder. Pero, de vez en cuando, extrañas conjunciones astrales, extrañas conexiones virtuales provocan la coincidencia de movimientos de tierra y de masas, irrupciones políticas incontroladas, caídas estrepitosas de partidos y de símbolos y asistimos incrédulos al espectáculo de ver como las excrecencias de la burbuja inmobiliaria se sepultan espontáneamente sin necesidad de demolición; los jóvenes ocupan las plazas públicas sin haber sido convocados, una humilde camarera desenmascara a una de las mayores autoridades económicas mundiales y (aunque este último caso resulte más banal por darse dentro del exquisito mundo de la literatura), otra mujer dimite porque disiente y arremete a los cuatro vientos contra Philip Roth, una de las vacas sagradas de la literatura contemporánea, insistente candidato a Nobel.
Y la sociedad reacciona, pero no reacciona bien. Periodistas, críticos, políticos y líderes de opinión en general, se tientan la ropa y, con su proverbial pereza (o incapacidad )para el análisis profundo, emiten opiniones tímidas, ambiguas, urgentes, para salir del paso, como si estuvieran esperando a que las cosas se solucionen por si mismas y no pase nada. Pero pasa.
Pasan los partidos, pasan las modas, pasa la prosperidad, pasa la vida.
De hecho, Hace más de 50 años, con estos mismos mimbres, rodó L. Visconti "La Terra trema". Aunque el final no es muy esperanzador, ilustra de maravilla nuestra situación actual.
Mientras tanto, mientras nuestra tierra tiembla, hay un partido muy eufórico por su victoria electoral, como si eso supusiera un cambio real. Que tengan cuidado: los jóvenes, los desempleados, las mujeres, los débiles y el propio planeta, encierran mucho peligro. Ya lo decía Jacques Brel en su inmortal "Ne me quittes pas":
On a vu souvent
Rejaillir le feu
D'un ancien volcan
Qu'on croyait trop vieux
Quédense con la copla.
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