Un Verano Americano(2): The Fall
Como llevo muchos días perdida por los intricados caminos del letramundo, no he tenido
mucha disposición para seguir con los episodios veraniegos. Pero la dramática situación económica que están atravesando los Estados Unidos (y el mundo entero ) me han devuelto la atención sobre ese país que he recorrido parcialmente este verano. Me he permitido titular en inglés porque la polisemia del termino es absolutamente expresiva del momento que nos ocupa. Como muchos sabéis, fall significa caída, pero también otoño y cascada. precisa y evocadora traducción simultánea del fenómeno que está arrasando con los negocios del mundo entero.
En mi anterior artículo cerraba, como ave de mal agüero, con la hipótesis de la desaparición de la línea del cielo de Manhattan. Ni que hubiera estado escribiendo al dictado de algún demonio de Wall Street: llega el otoño, llega la caída de los grandes bancos de inversión, la caída en cascada de las bolsas del mundo, la quiebra inminente de miles de economías que, como hojas de un gran árbol cumplen con su destino caduco;la caída de los soberbios pilares de la economía mundial; la caída estrepitosa de Nueva York, de América, como símbolo de riqueza, como techo y paraíso de tantos parias del mundo. Debe haber alguna poderosa y subterránea razón para que el logo de Nueva YorK sea la manzana, la fruta del arbol del bien y del mal, el símbolo bíblico de la tentación, la sencilla representación del riesgo, el origén metafórico de la caída de nuestros primeros padres, como diría la providencialista señora Palin . Parece que la codicia de los epígonos de Adán y Eva han dado el bocado definitivo a la sociedad del bienestar y no va a quedar otro remedio que volverse a ganar el pan con el sudor de la frente, lejos de ensoñaciones de crecimiento incesante e infinito, burbujas blindadas de dinero y egoísmo y espejismos de riqueza universal por los que suspiramos los desterrados hijos de Eva. Esperemos que los otoñales huracanes de la recesión arrasen con el sórdido emporio de avaricia de los que mercadean con la misma vida de la gente. Caiga sobre todos ellos el oprobio, la culpa y la carcel, aunque torres más altas no hayan caído. ¡Maldita Gran Manzana!
mucha disposición para seguir con los episodios veraniegos. Pero la dramática situación económica que están atravesando los Estados Unidos (y el mundo entero ) me han devuelto la atención sobre ese país que he recorrido parcialmente este verano. Me he permitido titular en inglés porque la polisemia del termino es absolutamente expresiva del momento que nos ocupa. Como muchos sabéis, fall significa caída, pero también otoño y cascada. precisa y evocadora traducción simultánea del fenómeno que está arrasando con los negocios del mundo entero.
En mi anterior artículo cerraba, como ave de mal agüero, con la hipótesis de la desaparición de la línea del cielo de Manhattan. Ni que hubiera estado escribiendo al dictado de algún demonio de Wall Street: llega el otoño, llega la caída de los grandes bancos de inversión, la caída en cascada de las bolsas del mundo, la quiebra inminente de miles de economías que, como hojas de un gran árbol cumplen con su destino caduco;la caída de los soberbios pilares de la economía mundial; la caída estrepitosa de Nueva York, de América, como símbolo de riqueza, como techo y paraíso de tantos parias del mundo. Debe haber alguna poderosa y subterránea razón para que el logo de Nueva YorK sea la manzana, la fruta del arbol del bien y del mal, el símbolo bíblico de la tentación, la sencilla representación del riesgo, el origén metafórico de la caída de nuestros primeros padres, como diría la providencialista señora Palin . Parece que la codicia de los epígonos de Adán y Eva han dado el bocado definitivo a la sociedad del bienestar y no va a quedar otro remedio que volverse a ganar el pan con el sudor de la frente, lejos de ensoñaciones de crecimiento incesante e infinito, burbujas blindadas de dinero y egoísmo y espejismos de riqueza universal por los que suspiramos los desterrados hijos de Eva. Esperemos que los otoñales huracanes de la recesión arrasen con el sórdido emporio de avaricia de los que mercadean con la misma vida de la gente. Caiga sobre todos ellos el oprobio, la culpa y la carcel, aunque torres más altas no hayan caído. ¡Maldita Gran Manzana!
Comentarios
besos
Ana
Muy buenos los dos últimos sobre la crisis, los antecentes históricos y Las cuentas de D. Gonzalo. Las cuentas de esta crisis son de cifras que es más corto ponerlas en letra que en números:
Diez mil billones
10.000.000.000.000.000 ??? ¿Está bien así o le sobra algún 0?
Besos
Enrique